martes, 9 de junio de 2009

MÉNDEZ LOBO "JUEGOS NUEVOS"

Exposición en Artinversión
Pinturas 2006
Del 26 de septiembre al 11 de noviembre

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Arteinversión

Arteinversión

Méndez Lobo

Méndez Lobo
Firma de autógrafos

Panorámica de la exposición

Panorámica de la exposición





OSCAR MÉNDEZ LOBO.Pintura de la Música y el Tiempo

La geometría y la mecánica se comportan como la plástica y la música. Movimientos químicos, inhibiciones químicas. Todo método es ritmo. Si se suprime el ritmo del mundo, también se suprime el mundo. Cada hombre tiene su ritmo individual. El álgebra es poesía. El sentido del ritmo es el genio.(Novalis, “Fragmentos”).


No hay música sin juego. No hay arte sin el paso del tiempo y su significación. La música como sonido del espíritu. El tiempo como medida de las cosas y los seres. El arte como significación, propuesta y reinterpretación. Un viaje de ida y vuelta entre el creador y el espectador, que en muchos casos también crea, aunque lo haga en diferente campo de lenguaje. Siempre el ciclo vital, los hitos de la existencia que marcan, el panta rei de los griegos. Todo se mueve, todo gira en un eterno retorno, dentro del cual el artista germina, se expresa y comunica. Es el ritmo de la vida, la epifanía del arte y la danza del tiempo que quiebra en lo breve. La vida es corta pero el arte le supera en largueza. Ahí radica buena parte de su grandeza. Es la plenitud del universo.

Oscar Méndez Lobo aúna las Bellas Artes: música, escultura y pintura, aunque esta última sea la que absorba sus mayores energías creativas y profesionales. Pero la guitarra ha sido instrumento cultivado en la juventud por el artista y la música le acompaña como fondo de su inspiración en su trabajo pictórico, como elemento inductor y ambiental al mismo tiempo. La música es un arte abstracto poderoso y se hermana con fuerza o sutileza a otras artes, en este caso la pintura que se desenvuelve igualmente en la abstracción. No olvidemos que la música es aritmética, medida y número; un arte mental que fluye e impregna todo lo que envuelve.

El arte pertenece a las ciencias espirituales. El arte es maestría, creatividad, forma y color, una fusión de elementos que hacen que la obra plástica trascienda a su mera mecánica de lienzo, pigmento y manipulación. El pintor reúne aquellas características con soltura y libertad y eso se aprecia al contemplar su obra en la que dialogan la geometría y el trazo, la abstracción informal y la abstracción normativa en un equilibrio puntual y sabio. Sus cuadros se muestran con la autoridad de la obra bien hecha, la que guarda los parámetros de la proporción áurea en medio de las implosiones de las masas cromáticas.

Méndez Lobo cuenta con un alfabeto delicuescente de formas que aparecen, desaparecen y reaparecen en sus obras: formas redondeadas, ovoides; vaginales; triángulos en abanico; retículas; bolsas u oquedades sinuosas; círculos girados hacia el nudo salomónico o casi plegado hasta el ocho como número infinito; círculos o cuadrados atravesados por una vertical; secuencia de quebradas almenas... No es un vocabulario icónico evidente, que nos refiera con rotundidad a las figuras, pero, a diferencia de la pintura, el lenguaje de la palabra requiere la alusión concreta para indicar, más que explicar lo observado en el soporte/superficie de esta pintura. No se puede, ni se debe, explicar una pintura; sólo cabe hablar, comentar en torno a los elementos de un cuadro.

Una pintura pulcra en su abstracción esponjosa y fundida, en la que no se permite el goteo o el chorreo del pigmento desde el pincel, muy al uso de otros pintores abstractos. Su abstracción se ajusta al movimiento de su trazo en una pintura trabajada a fondo en el suelo o en la mesa –jamás en el caballete-, como la unión apasionada con una amante. El autor maneja con precisión automática los elementos utilizados, desde los cubos con el pigmento líquido y cromático, hasta los movimientos precisos con el toque de esponja o las absorbencias de textiles para conseguir los campos de intensidad deseados. El resultado es una liberación controlada del gesto, una yuxtaposición cromática que se enlaza en una sintaxis personal, única e intransferible a la firma del pintor. Un estilo hecho de signos y significados, más que símbolos. Espacios interiores o Juego de espejos, titulaba el autor los cuadros en su exposición de 1959. Reflejos que se expanden en la visión ilusionística de la pintura. Enigma intransferible que requiere el respeto para el misterio creador del cuadro y para la interpretación renovada de quien lo contempla.

La secuencia geométrica se sobrepone para sujetar el cuadro, para construirlo en una visualidad sólida, que permite una contemplación más ponderada en las diferentes posiciones de distancia desde la que el espectador se aproxima al cuadro. Unas veces son secuencias de largas bandas longitudinales en grupos de tres o cuatro, a modo de pentagramas sui generis. Las bandas se hacen, en otras ocasiones, escalas peculiares, -personal escala de Jacob a lo alto- progresiones de subidas y bajadas, a lo Max Ernt, para reconducir la mirada y subir o navegar por los espacios compactos o abiertos de la superficie. Otras, las bandas aparecen como haces verticales que centran o trasladan el foco de visión óptica del cuadro.

El rectángulo rotundo o el cuadrado minimalista son también protagonistas frecuentes en la pintura del artista, como polígonos arquitecturales y potentes en blancos evanescentes o negros que articulan la pieza con la fuerza de su presencia y sitúan las masas de color en un supuesto espacio intermedio. Todo es pintura, pero la geometría y el gesto funcionan con distinto poder y ritmo, aunque se complementen en el resultado final. El círculo como forma y polígono categórico también ha centrado en ocasiones algunos cuadros. Bandas o polígonos fragmentados, semienterrados en la masa esponjosa de la abstracción, cuadrados abiertos que indican la continuidad infinita espacial en la entrada y salida del cuadro.
Automatismo dentro de la estrategia. Todo, hasta alcanzar una iconografía formal que identifica y define al artista. Un código particular, un jeroglífico propio, una caligrafía única para identificar su obra.. Una composición coral de cuadros que van componiendo una sinfonía total en su pintura, donde las veladuras son una fiesta sensual para los ojos.
Los cuadros de este pintor vienen a ser espacios habitables, geografías direccionales, ámbitos abismales o profundidades abisales, con pautas y caminos invisibles o latentes para la mirada y la instalación del espíritu. Pintura abierta con vocación de acogida. “Que respire, que viaje la mirada y se recree en el espacio del cuadro”, le gusta decir al pintor.

El Magisterio de El Paso
Méndez Lobo no esconde su admiración y quizás magisterio inconsciente del grupo abstracto El Paso, que dio páginas de prestigio y gloria a la pintura española de los 60, cuando la situación político social difícilmente daba cauce a las ideas figurativas en la pintura. El Paso refrescó y renovó con su informalismo el panorama de la pintura en España, reconociendo a su vez su débito al expresionismo abstracto de Nueva York.

Los representantes de El Paso han dejado una estela abierta y pujante de la que todavía beben los pintores actuales que optan por la abstracción en su trabajo. El pintor ha tratado a algunos de ellos, principalmente a Lucio Muñoz y Rafael Canogar, no sólo porque los admiraba sino porque sentía que su creatividad venía de ese cordón umbilical que une la historia del arte sin solución de continuidad hasta Altamira. Los primeros homenajes o guiños a Millares o a Feito han quedado atrás.

Si repasamos la trayectoria de nuestro pintor observamos su coherencia formal desde los comienzos decisivos en la década de los 90, aunque en la década anterior ya había movido sus inquietudes artísticas con actividades de diferente signo. Diseña, modela, hace incursiones en la tercera dimensión hasta que desemboca en su gusto y placer por la pintura, el lenguaje plástico que le permite expresar más y mejor todas sus inquietudes, sin dejar por ello sus otras habilidades artísticas. Y siempre la música de fondo en su guitarra y en su espíritu.

Una singladura firme con sus Intuiciones (1996-2001), resueltas en ocres y pardos, hasta sus Reflexiones (2001 –05) en fundidos de azules y amarillos. En sus últimos trabajos observamos esa misma coherencia formal, pero las entradas espaciales se hacen en muchos casos con bolsas o simas donde aparecen rojos carmesí, ocres y mostazas, azules de ultramar o negros más intensos. Hay estallidos espaciales que impresionan o sobrecogen como los rompimientos de gloria del Barroco. Hay dialogo de nebulosas o formas cromáticas que van componiendo con acierto el cromatismo del cuadro. Hay furia, amor, dolor, tristeza o esperanza, pero sin el lenguaje impúdico de lo sentimental en la palabra, con la finura y elegancia de una pintura que sabe acoger en sus registros el adagio, tempo lento, moderato o el molto vivace de la existencia. El autor ha llegado a rasgar el lienzo y lo ha recompuesto en un sorprendente collage. Su cromatismo juega a la dualidad o se sostiene en una monocromía dominante con ligeros destellos de diferente color.

La carrera pictórica de Méndez Lobo sigue su ritmo ascendente. Un work in progres, donde el artista prosigue con ritmo firme y seguro de sí mismo, con la maestría de quien sabe lo que busca en medio de los interrogantes. El artista en su plenitud creadora sabe que no hay que forzar, porque el arte fluye al son de la vida, -piano, piano como en la música- y como señala Rainer María Rilke, con la misma naturalidad que lo hace el tiempo en su camino hacia la eternidad. El pintor busca e indaga con su pintura para encontrar, como Picasso, aquello que intuía o que sorprende en el trance del viaje interior, en la búsqueda. Atrapa la luz de los colores y la bebe a sorbos en combinados perfectos. La pintura es un dios espontáneo que estimula y deslumbra. Un enigma que sólo un artista como él descifra y respeta.
El arte navega libre en el océano de la pintura. Las ideas del artista se funden con la mirada ajena sobre el cuadro de la que puede manar o germinar una idea distinta, al tiempo que recuerda con el escritor argentino Jorge Luis Borges que la música es “misteriosa forma del tiempo”.



Julia Sáez-Angulo
De la Junta Directiva de la
Asociación Española de Críticos de Arte.